El colosal proceso creativo de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven.

El estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven, el 7 de mayo de 1824 en el teatro Kärnthnerthor de Viena, fue un evento memorable no solo por la magnitud de la obra, sino también por el conmovedor momento en el que Beethoven, casi completamente sordo, no percibió la ovación del público hasta que su amigo y director, Michael Umlauf, lo giró para que viera el fervor con el que su creación fue recibida. La Novena Sinfonía, a menudo comparada con un iceberg cuya grandeza visible es solo una fracción de su verdadera profundidad, hunde sus raíces en trabajos previos del compositor, en especial desde 1811.

El Teatro Puerta de Carintia (Kärtnertortheater), fotografiado en 1876, poco antes de su demolición, fue un importante escenario donde se estrenaron obras de compositores como Beethoven, Mozart y Schubert, entre otros.

Uno de los grandes obstáculos que enfrentaba Beethoven era su relación problemática con la palabra, una dificultad que se reflejó en su única ópera, Fidelio, la cual, tras años de modificaciones, no logró el éxito esperado. Tras el fracaso de Fidelio, Beethoven probablemente habría abandonado la música vocal de no ser por los eventos políticos que rodearon el Congreso de Viena en 1814-1815. Este congreso le permitió convertirse en un símbolo del nacionalismo alemán emergente, y le brindó encargos que lo ayudaron a reconciliarse con la música vocal a través de composiciones corales. Obras como Ihr weisen Gründer y Der glorreiche Augenblick le ofrecieron una vía distinta a la ópera, centrada en expresar ideas abstractas sin depender de personajes o una narrativa dramática.

Una relación complicada con la música vocal

En estas piezas, Beethoven empezó a explorar una interacción más fluida entre coro y orquesta, algo que más tarde perfeccionaría en su Novena Sinfonía. Estas creaciones, junto con el éxito de su obra La batalla de Wellington, le enseñaron que su música sinfónica no solo podía ser técnicamente sofisticada, sino también conectar emocionalmente con el público, integrando elementos que aspiraban a reflejar las emociones colectivas, una característica esencial de su Novena.

Palais am Ballhausplatz, el lugar donde se celebraron las reuniones más importantes del Congreso de Viena, hoy sede de la Cancillería austriaca.

Inicialmente, Beethoven intentó componer la Novena Sinfonía al mismo tiempo que trabajaba en la Séptima y Octava, pero su ambición y complejidad le causaron un bloqueo creativo que duró más de una década. Aunque tenía en mente grandes ideas, como una sinfonía inspirada en temas mitológicos o una obra coral de tema nacionalista, estas ideas se desintegraron en proyectos menores, como Las ruinas de Atenas o Germania, lo que despejó el camino para una Novena más fresca y moldeable.

No obstante, la evolución de la Novena Sinfonía de Beethoven, que había avanzado notablemente hasta 1815, se vio interrumpida por los cambios sociales y económicos que siguieron al Congreso de Viena. Hasta entonces, la economía de Beethoven había prosperado gracias a su intensa relación con la aristocracia vienesa, impartiendo clases y recibiendo encargos y mecenazgos. Sin embargo, tras las guerras napoleónicas, la inflación y la crisis económica devastaron la liquidez de gran parte de la nobleza, reduciendo significativamente las oportunidades de sustento para artistas como él. Haciendo que Beethoven tuviese que enfrentarse a dificultades económicas inesperadas que retrasaron sus planes para la Novena, obligándolo a centrarse en obras menores, música para eventos gubernamentales y pequeñas composiciones para las recientemente ideadas, revistas musicales.

El gran filtrado y las nuevas dificultades

Portada de la primera edición de Meerestille und Glückliche Fahr (Mar en calma y viaje feliz), el cual se encuentra expuesto en su casa natal de Bonn (Alemania).

Como antes mencionaba, el proceso creativo de la Novena Sinfonía de Beethoven fue largo y gradual, evolucionando a lo largo de más de una década. Durante ese tiempo, muchas de sus composiciones le sirvieron para desechar ideas que no funcionaban, como las expuestas en su obertura Zur Namensfeier, que funcionándole como un boceto inicial para su sinfonía, resultó en una obra inconsistente. Sin embargo, estas piezas menores le ayudaron a filtrar conceptos que no cristalizaban, mientras que su desencanto con la Revolución Francesa le ayudó a dejar atrás el enfoque revolucionario de sus primeros bocetos. Por otra parte, obras como La consagración de la casa y Meerestille und Glückliche Fahrt, sí que marcaron el comienzo de su transición hacia una música vocal más refinada, preparando el terreno para los momentos más etéreos y complejos de su Novena Sinfonía.

Un inesperado laboratorio de ideas

Durante estos años de dificultades económicas, Beethoven compuso una serie de obras menores con un enfoque comercial, conocidas como Werke Ohne Opuszahlen (WoO), las cuales, aunque no son de gran renombre, revelan aspectos cruciales del proceso creativo que subyacía. Muchas de estas obras, pequeñas y a veces incompletas, muestran un gusto y un estudio meticuloso de la fuga, una técnica compleja que jugaría un papel esencial en el desarrollo de su estilo tardío y por consiguiente, en la Novena Sinfonía. Fragmentos como los catalogados por Willy Hess, en especial los numerados entre Hess 30 y 40, evidencian su experimentación con fugas de Bach, Mozart y Händel, preparándole el terreno para uno de sus mayores hitos musicales: la Große Fuge, compuesta en 1826.

El canon conocido como "Das Schweigen" (El silencio) WoO 168, fue escrito 1817 para la revista musical alemana Allgemeine Musikalische Zeitung.

La Evolución Final de Beethoven hacia la Novena Sinfonía

Una vez dominada la fuga, Beethoven comenzó a interesarse por el "tema con variaciones", una técnica que hasta ese momento había explorado solo de manera muy limitada. El encargo de Anton Diabelli, donde varios compositores crearían variaciones sobre un mismo tema, fue el catalizador que llevó a Beethoven a profundizar más en esta forma. Mientras otros compositores, como Liszt y Schubert, participaron en el proyecto con pequeñas variaciones, Beethoven rechazó el enfoque tradicional y desarrolló sus propias Variaciones Diabelli, transformando el tema en una obra monumental que desafiaba los límites de la forma. Este enfoque visionario coincidió con el retome de la escritura de su Novena Sinfonía, integrando estas exploraciones técnicas en su lenguaje sinfónico.

Paralelamente, Beethoven fue retomó su relación con la música vocal, trabajando en formas más íntimas, como el Lied, donde por primera vez, pudo conectar emocionalmente con el texto y evitar las limitaciones dramáticas del género operístico. Su ciclo de canciones An die ferne Geliebte marcó un hito en este proceso, permitiéndole explorar la estructura cíclica, donde todas las piezas están unidas por una temática común. Esta experiencia influyó inevitablemente en su capacidad para crear las grandes transiciones unificadoras de su Novena.

Finalmente, todo este conocimiento se cristalizó en su Misa Solemnis de 1823, una obra monumental que sintetiza sus avances en la composición vocal e instrumental. Con una duración de casi una hora y media, esta obra de gran solemnidad y teatralidad preparó el terreno para la Novena Sinfonía.

Anton Diabelli (1781-1858) fue un guitarrista, compositor y editor austriaco, determinante para el desarrollo de la música amateur en centro-Europa.

Aunque no es tan conocida como algunas de sus otras composiciones, la Misa Solemnis fue crucial para Beethoven, ya que en ella experimentó y ensambló gran parte de las técnicas y estructuras, anteriormente adquiridas durante la última década. Siendo a través de la misma, como Beethoven pudo integrar de manera definitiva todos los elementos que habían definido su estilo tardío: la complejidad contrapuntística de la fuga, la creatividad de las variaciones y la expresividad emocional de la voz. De forma que gran parte de su Novena Sinfonía, surgió como la culminación de este gran proceso creativo, uniendo de manera magistral todos estos recursos en una obra sin precedentes, que trascendió su tiempo.

En Viena (Austria), a 10 de octubre de 2024.

Juan Velázquez